El narcisismo es el mediador íntergeneracional de todos los estragos parentales

Hasta ahora en esta serie sobre el trauma he hablado de los abusos graves, objetivables y groseros o bien eventos de la vida que por su intensidad o persistencia supongan graves estresores y desarrollos ulteriores de patologias usualmente graves y resistentes al tratamiento. El lector sagaz habrá ya comprendido que además de la intensidad hay otro factor enmarañado que se enreda con esta comprensión de lo traumático y que es de orden politico: lo traumático no se ha reconocido de forma natural hasta que ciertos cambios sociales han venido en nuestra ayuda para ayudar a reconocerlos.

Asi, la traumatización de la histeria no fue reconocida hasta que la femineidad y la sexualidad femenina no obtuvo carta de reconocimiento. Lo mismo sucedió con las neurosis de combate y con los supervivientes de ciertas catástrofes. Asi mismo y hasta que la infancia no fue reconocida como objeto de derecho, el maltrato a niños no fue reconocido como fuente de estrés traumático.

Pero todavia existen parcelas de lo traumático en discusión. Se trata de las parcelas que tienen que ver con la crianza y que conocemos como estragos parentales, en los que creemos aquellos que como yo tienen una formación psicoanalitica. Hay daños tan sutiles que escapan a la mirada psiquiátrica convencional, pues todo aquello que tienda a culpabilizar a las madres está hoy más que nunca destinado al olvido: conceptos como la “madre-nevera” (Kanner), “la madre narcisista”, “la madre esquizofrenógena” (Sechehaye), la madre perversa (Rosen), son constructos psiquiátricos que han pasado al museo de los horrores de la psiquiatría, al tiempo que cada vez más surgen nuevos estudios como estos de Judith Harris que vienen a decir que “la crianza no tiene ningún efecto sobre la personalidad de nuestros hijos”, algo absolutamente cierto en el nivel de lo grosero pero que es absolutamente falso en el nivel de las sutilezas de la salud mental puesto que ningún hermano en un determinado entorno familiar -y aunque compartan el mismo ambiente- están sufriendo a la misma madre (o padre) ni ocupan en su deseo el mismo lugar. Dicho de otra manera, el medio ambiente compartido no existe más que como una atmósfera gruesa común o espiritu hegeliano familiar.

La verdad sobre Blancanieves.-

La trama

Erase una vez en un país muy lejano que vivía una bella princesita llamada Blancanieves, que tenía una madrastra, la reina, muy vanidosa.
La madrastra preguntaba a su espejo mágico y éste respondía:
– Tú eres, oh reina, la más hermosa de todas las mujeres.
Y fueron pasando los años. Un día la reina preguntó como siempre a su espejo mágico:
– ¿Quién es la más bella?
Pero esta vez el espejo contestó:
– La más bella es Blancanieves.
Entonces la reina, llena de ira y de envidia, ordenó a un cazador:
– Llévate a Blancanieves al bosque, mátala y como prueba de haber realizado mi encargo, tráeme en este cofre su corazón.
Pero cuando llegaron al bosque el cazador sintió lástima de la inocente joven y dejó que huyera, sustituyendo su corazón por el de un jabalí.
Blancanieves, al verse sola, sintió miedo y lloró. Llorando y andando pasó la noche, hasta que, al amanecer llegó a un claro en el bosque y descubrió allí una preciosa casita.
Entró sin dudarlo. Los muebles eran pequeñísimos y, sobre la mesa, había siete platitos y siete cubiertos diminutos. Subió a la alcoba, que estaba ocupada por siete camitas. La pobre Blancanieves, agotada tras caminar toda la noche por el bosque, juntó todas las camitas y al momento se quedó dormida.
Por la tarde llegaron los dueños de la casa: siete enanitos que trabajaban en unas minas y se admiraron al descubrir a Blancanieves.
Entonces ella les contó su triste historia. Los enanitos suplicaron a la niña que se quedase con ellos y Blancanieves aceptó, se quedó a vivir con ellos y todos estaban felices.
Mientras tanto, en el palacio, la reina volvió a preguntar al espejo:
– ¿Quién es ahora la más bella?
– Sigue siendo Blancanieves, que ahora vive en el bosque en la casa de los enanitos…
Furiosa y vengativa como era, la cruel madrastra se disfrazó de inocente viejecita y partió hacia la casita del bosque.
Blancanieves estaba sola, pues los enanitos estaban trabajando en la mina. La malvada reina ofreció a la niña una manzana envenenada y cuando Blancanieves dio el primer bocado, cayó desmayada.
Al volver, ya de noche, los enanitos a la casa, encontraron a Blancanieves tendida en el suelo, pálida y quieta, creyeron que había muerto y le construyeron una urna de cristal para que todos los animalitos del bosque pudieran despedirse de ella.
En ese momento apareció un príncipe a lomos de un brioso corcel y nada más contemplar a Blancanieves quedó prendado de ella. Quiso despedirse besándola y de repente, Blancanieves volvió a la vida, pues el beso de amor que le había dado el príncipe rompió el hechizo de la malvada reina.
Blancanieves se casó con el príncipe y expulsaron a la cruel reina y desde entonces todos vivieron felices.

Las pistas sobre el trauma de Blancanieves

La madastra y el espejo.-

La madastra es un personaje que aparece repetidamente en los cuentos de hadas y las versiones que tenemos de ellos han sido edulcoradas por la factoría Dysney a fin de aparecer como políticamente correctos. Es obvio que las madastras no quieren a sus hijastros tanto como sus madres verdaderas pero también es cierto que las madres verdaderas pueden no querer en absoluto a sus hijos y/o resultar tóxicas para algunos de ellos, de manera que el recurso a la madastra es una concesión literaria que el autor lleva a cabo para que el cuento sea digerible para los niños.

La verdad del asunto es que los padres y más intensamente la madre se encuentra protegida (del sexo y la agresión) por un arcaico e intenso tabú. Si descontamos el aún más antiguo tabú de alimentarse de carne humana o del tabú del incesto, la madre es una de las figuras más protegidas por todas las culturas. Se trata de un tabú universal común a nuestra especie.

La maternidad está recubierta de un halo sagrado y goza de una protección publica y privada superior a la que gozan los niños. Los hijos siempre están en un segundo plano con respecto a la madre, a la madre se le supone un origen arcangélico a la que en sus desvelos solo se puede pagar con veneración.

Y es precisamente esta veneración forzada que los hijos tienen con sus padres la responsable del sufrimiento y de la locura de aquellos miembros de nuestra especie que han tenido la mala suerte de tener padres tóxicos. Pero el daño no procede tanto de la necesidad sino de la obligatoriedad de amar a los padres, de venerarlos, honrarles y respetarles, incluso a aquellos padres que nos abandonan, nos maltratan o nos hieren.

Vemos que la madastra de Blancanieves es una mujer que mantiene con el espejo una relación narcisista. ël le devuelve su propia imagen admitiendo que es ella la más bella del reino hasta que alguna otra (su propia hija) le arrebata este titulo. Vemos que es la envidia el motor de su venganza.

El corazón y el cazador.-

Pero la hija crece y se convierte en una amenaza para el espejo que siempre nos dice la verdad. La envidia de la madre es la razón por la que decide deshacerse de la muchacha, para ello pide la ayuda d eun cazador que la llevará al bosque y alli le dará muerte, devolviendole a la madastra como prueba el corazón de Blancanieves.

Arrancarle el corazón a alguien es como convertirle en un zombi, sustraerle su humanidad, en forma de emociones ode afectividad. Es lo que les sucede a las victimas de una madre narcisista. Una imposibilidad de reconectarse con lo humano.

Afortundamente el cazador se apiada de ella y la abandona a su suerte en el bosque llevandole a la madrastra como prenda el corazón de un jabalí

El exilio y la desconexión de Blancanieves.-

Es entonces cuando Blancanieves queda sola en el bosque y llora y suente miedo: se ha coagulado su sindrome postraumático, que la lleva a vagard e aqui para allá sin rumbo, desconcetada de todo y de todos. Nadie viene en su ayuda hasta que un dia se encuentra en un claro del bosque una cabaña poblada por seres diminutos.

Los enanitos.´-

Los enanitos son un metafora de aquellos que viven en los bordes del sistema, otros exiliados del mundo de los humanos, quizá supervivientes de otros traumas o de otras exclusiones. Son ellos el unico apoyo que encontrará Blancanieves, son ellos quienes la toman a su cargo, pues parecen entender todo lo que ha sufrido.

La anciana y la manzana.-

Llegan a palacio noticias sobre el verdadero destino de Balnacanieves y la madastra se empeña en terminar y esta vez por si misma. El espejo vuelve a devolverle el dato rechazado: Blanca nieves aun está viva. La madastra no olvida y persiste en su deseo de deshacerse de su rival.

Es factible que el perpetrador parental se presente “camuflado” bajo el disfraz psicológico de alguien inofensivo, amable, pacífico, con una moral intachable, incluso puede mostrarse interesado en ayudar a su víctima. La madrastra se convierte en una indefensa anciana, tan pero tan buena que le ofrece una sabrosa manzana – la culpabilidad en nuestra cultura occidental-. Cuando la víctima muerde el “anzuelo de la culpabilidad”, se “paraliza” (Blancanieves quedó como muerta dice el cuento).

La parálisis o la congelación traumática típica de la víctima deriva del modo enloquecedor con que actúa quien acosa: bajo apariencia de hacer el bien, lleva a su víctima a que se crea culpable de algo que existe sólo en la mente del primero. El acosador necesita para sus planes una víctima paralizada por la culpabilidad, ya que así, le será más simple victimizarla.

El principe y la redención de Blancanieves.-

El principe es quien deshace el hechizo y lo hace con un beso, tal y como sucede en otros cuentos de los Grimm. Una especie de despertar que solo puede llevarse a cabo a través de un vínculo amoroso y que sea capaz de restablecer las conexiones con lo humano y reparar las heridas emocionales que proceden del estrago materno.

Los estragos maternos.-

En un post anterior ya advertí que los daños recibidos durante la infancia podrian proceder tanto del padre como de la madre, pero los estragos son infinitamente mayores cuando proceden de la madre, pues es la madre el objeto de las relaciones mas tempranas alli donde se establecen las primeras improntas relacionadas con el cariño, la protección, la predictibilidad, la confianza, la contención, el alivio y la voluptuosidad.

Pero la variable critica de estos estragos no procede del hecho de que las madres sean en su conjunto más perversas que los padres, sino que es la madre la que se encuentra más protegida por el tabú, probablemente porque la prohibición de dañar a la madre (o de cohabitar con ella) son más antiguos que el reconocimiento de la paternidad. Asi y todo es cierto que el padre tambien se encuentra protegido por otros tabúes esenciales, más concretamente por el tabú del parricidio tan ligado al “Complejo de Edipo” descrito por Freud en “Totem y tabú” y otros textos. Es posible afirmar que la cultura humana nace con la aceptación de este segundo tabú: el del parricidio que se forjó sobre los restos arcaicos de un tabú primigenio, la prohibición del acceso a la posesión (sexual) de la madre.

Los daños de las madres (y de los padres) proceden del uso transgeneracional de la proyección, la idealización, o la negación, lo que la madre disoció o ignoró de sus propios padres lo proyectará en la siguiente generación. Es posible afirmar que el uso de de los distintos mecanismos de defensa están relacionados con el deseo de no-saber, de seguir ignorando lo que el cuerpo ya sabe pues aquello que no se integró vive disociado en el cuerpo. Y es a través de la proyección que podemos librarnos de los efectos perjudiciales de lo escindido. El uso de la proyección frente a los hijos protege a las madres del sufrimiento, de la enfermedad e incluso de la muerte. Es por eso que algunos prefieren matar a saber.

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