No estoy triste la mayor parte del tiempo porque quiero, entre todas las cosas que me han sucedido ocurrió algo que afectó por completo mi vida. Me sentía tan fuerte y capaz de hacer lo que fuera, de superar cualquier dificultad, y aun así fue tanto el dolor que padecí que ahora me cuesta la vida entera levantarme cada día y respirar.
Hasta siento que mis metas se volvieron algo que me daña en vez de alentarme.
Esas cosas que siento no las puedo controlar, no puedo pararme ante ella y decir “ya basta” para que desaparezca.
Creí que podía, por Dios si es que era invencible, pero a veces la ignorancia nos hace una mala jugada, no tenemos idea de lo que padecemos en el fondo hasta que no estamos allí, hasta que no lo vivimos, hasta que no lo sentimos. Hace meses tengo un bicho en mí que odio, uno con el que tengo que pelear cada día para poder sonreír o siquiera caminar. Hay días que gano, pero casi siempre me gana a mí y la tristeza me carcome.
Ese bicho se llama depresión, no es un sentimiento, tampoco es un estado de ánimo. Es una enfermedad. Una que te afecta la vida misma.
La depresión es una condición difícil que en muchos casos necesita de intervención médica para poder reducir sus síntomas.
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