Drogas y Verdades: La sociedad enferma

Existe una gran confusión social en relación al concepto “drogas”. En este terreno, navegamos un espacio confuso y mistificado donde todo son sombras.

Esta confusión es sincrónica con el estado de alienación mental en el que las personas permanecemos la mayor parte del tiempo..

Si tu preguntas por la calle a las personas sobre lo que son las drogas, el imaginario común está colonizado por la separación de las drogas “legales” e “ilegales”, las “buenas” y las “malas”, “suaves” o “fuertes”…

Sobre ese imaginario está construida la estructura alienada y alienante en la que nos relacionamos con esas substancias. Y ese imaginario es consecuencia y causa de dicha alienación.

Muchas veces no pensamos que los medicamentos que nos tomamos (no solo los psicofármacos, sino también los analgésicos, “para la tensión”, “para el colesterol”, etc.) son drogas en la misma medida. Y dando un paso más allá, también la comida, el ejercicio físico, la tecnología, el sexo, las relaciones…incluso el agua, pueden ser objetos-droga.

Pero ya tan solo con la confusión en relación a las substancias químicas con efecto psicoactivo tenemos bastante.

La ingesta mayor de substancias químicas psicoactivas viene de substancias legales procesadas y distribuidas ampliamente en la sociedad: alcohol, cafeína y nicotina,  y los llamados “medicamentos”. También podemos meter aquí el azúcar y la sal. Las de libre circulación y/o de control médico.

El resto son las ilegalizadas o no reguladas y que incluyen un amplio tipo desde la marihuana, la cocaina, heroina, las anfetaminas, drogas de diseño, los alucinógenos, las diversas plantas mágicas… Son las de circulación limitada y de control legal.

Ahora, veamos la salud de nuestra sociedad en función de las causas de muerte, pensando que la forma en que morimos habla de la forma en que vivimos:

Las primera causa de muerte en nuestra sociedad son las enfermedades cardiovasculares (Infartos/Ictus).

La segunda causa de muerte, el cáncer.

La tercera, los medicamentos.

De las dos primeras causas el agente químico causal principal es el tabaco. Otro agente causal es el alcohol. Otros: excesos de azúcar y sal. Otro factor: el sedentarismo. Ritmos de vida de hámster que junto a la inercia del paso del tiempo generan grasa, estrés e infelicidad.

De la tercera causa no hay mucho que decir.

Esto es tan simple que hasta da miedo escribirlo. Y eso sin contar con el factor mas potente a la hora de acortar nuestras vidas: La pobreza y las desigualdades sociales.

Vivimos en sociedades estructuradas de tal forma que generan sufrimiento y enfermedades en individuos y colectivos. Enfermedades y sufrimientos que luego son dirigidos (digeridos) por el propio sistema hacia estructuras de salud tecnificadas/deshumanizadas que, en vez de generar mayores grados de autonomía y autogestión de la propia salud de la comunidad, generan más enfermedades y sufrimientos, más miedos y más dependencia del propio sistema, cerrando un círculo perverso en el que continuamos atrapados como hámsters en nuestras pequeñas, enfermizas y rutinarias ruedas que no paran de girar.

Y parece que aún tenemos que sentirnos agradecidos.

Como psiquiatra me considero un “camello” legalizado. El sistema me otorga el derecho a recetar drogas psicoactivas a la población con supuestos objetivos de salud, cuando la realidad diaria de mi trabajo me confirma cada vez con más insistencia, que mi función básica es acallar el conflicto y las contradicciones sociales que siguen enviando personas sufrientes a mi despacho en un bucle perfecto y demoníaco.

Basta ya. Las estructuras sociales están enfermas. No necesitamos medicamentos para nuestras enfermedades. Necesitamos respuestas colectivas para sanar nuestras estructuras sociales enfermas y nuestros modos de relación insolidarios.

¿Hay algo que podamos ir haciendo además de quejarnos? Se me ocurre que, desde el mundo “profesional”, podemos ir:

  1. Rompiendo el silencio que se mantiene dentro de las instituciones sobre las formas que tenemos de trabajar, sobre los propios sufrimientos de los trabajadores y las presiones a las que nos vemos sometidos, sobre las dinámicas de poder en los equipos de trabajo, y sobre cómo eso afecta a lo que hacemos cada día con todas las personas que atendemos. Menos cafeterías y pasillos. Más acción colectiva.

  2. Visibilizando la perversión que se produce dentro de los sistemas de salud en relación a los intereses de las industrias farmacéuticas y de las tecnologías sanitarias, visibilizando las informaciones silenciadas al respecto del daño que suponen las propias intervenciones sanitarias sobre la salud de la población.  Menos visitadores médicos. Más pensamiento crítico.

  3. Generando espacios de encuentro transversales y no jerarquizados más allá de lo clínico, donde poder compartir las vivencias que nos generan las contradicciones y conflictos en los que vivimos cada día. Menos corporativismos. Más solidaridad y apoyo mutuo.

  4. Revitalizando, potenciando y operativizando las estructuras sindicales existentes, trabajando en el campo de los riesgos psicosociales como palanca del cambio.

  5. Imponiendo lineas rojas a nuestras tareas asistenciales, negándonos por ejemplo a la intensa burocratización del sistema que continua su presión sobre las dinámicas de trabajo, o a la realización de tareas contradictorias con nuestro principio médico básico: “primum non nocere”.

  6. Aprendiendo a decir “no sé”, “no puedo”, “necesito ayuda”. Menos soberbia profesional. Más humildad personal.

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