Modernidad, superstición y sometimiento.

Vivimos bajo la inducción de un feroz fanatismo intelectualizado, ignorancia del iluminismo devenido dogma; bajo el oscurantismo de la razón y el cientificismo más pedestre. De la superstición religiosa a la superstición de la modernidad. El otro día le preguntaba a una descerebrada acerca de qué era para ella el ser moderno, y me dio la callada por respuesta, o peor, la ofensa por respuesta.

Hoy por hoy, la mujer es más objeto del deseo del imaginario masculino y está más sometida a ese imaginario que nunca. Así, su imagen para consumo masculino es utilizada no ya en el porno o los burdeles, sino para la propaganda en la venta de perfumes o pistolas, autos o alcoholes, chocolatinas o chancletas, da igual: la mujer vende y la venden al mejor postor, cada vez menos físicamente, cada vez más espiritualmente.

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Modernidad, superstición y sometimiento.