El amor y el aburrimiento

 

No sé si hacemos más cosas por amor o por aburrimiento. Por aburrimiento escribimos novelas. Casanova se puso a escribir sus fabulosas memorias porque arruinado, viejo, impotente y solo, ya no le invitaban a ninguna fiesta y ninguna mujer tenía ganas de estar con él, así que no tenía absolutamente nada mejor que hacer que ponerse a escribir. Por aburrimiento miramos por la ventana, hacemos fotos, aprendemos a jugar a póquer, ordenamos los armarios.

Por aburrimiento repasamos toda nuestra agenda de contactos y nos decimos que la próxima vez que lo hagamos, eliminaremos a las personas muertas porque la verdad es que ya nunca más nos cogerán el teléfono y que es una bobada absurda seguir conservando sus números.

Por aburrimiento miramos series, nos hacemos la manicura, fingimos cocinar y nos enamoramos del vecino. Por aburrimiento, aprendemos alemán y chino y griego antiguo. Por aburrimiento salimos a pasear y llegamos sin saber cómo a la otra punta de la ciudad, al mar y al horizonte.

Por aburrimiento inventamos historias, porque las que vivimos nosotros mismos casi nunca son suficientes. Por aburrimiento leemos historias ajenas y anhelamos que nos las cuenten también de viva voz, en la cafetería, en el quiosco, a la puerta del colegio, donde sea.

Por aburrimiento nos cortamos el pelo y en cuanto ponemos un pie fuera de la peluquería decidimos dejárnoslo largo hasta la cintura. Por aburrimiento seguimos trabajando. Por aburrimiento compramos libros y flores, sobre todo libros. Por aburrimiento salimos a correr.

BESOS Y NOCHES EN BLANCO

Por aburrimiento besamos al primero que pasa, sin demasiados miramientos, para no adormecernos. Por aburrimiento pasamos las noches en blanco y hacemos la siesta durante el día. Por aburrimiento bebemos y fumamos. Por aburrimiento comemos. Por aburrimiento nos probamos los vestidos de verano en pleno invierno. Por aburrimiento ordenamos los libros por autores, y luego por países, y luego por géneros, y luego, finalmente, hacemos un montoncito con nuestros libros favoritos y los dejamos al lado de la cama para tenerlos siempre cerca.

Por aburrimiento meditamos, vamos a yoga o a la iglesia, vemos ponerse el sol. Por aburrimiento limpiamos la cubertería de plata de la abuela y lavamos con champú infantil, uno a uno, todos los jerséis de lana de los niños. Por aburrimiento nos convertimos en expertos en Napoleón y nos hacemos mascarillas faciales que nunca sirven para nada más que para aparecer de sopetón en el cuarto de nuestros hijos con la cara verde o azul y darles un buen susto. Por aburrimiento vemos la televisión. Por aburrimiento nos damos baños de espuma.

¿Y por amor? Por amor soportamos el aburrimiento.

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