Parte I.
Lucas H. Seoane. – UBA. UB. FFyL.
INTRODUCCIÓN.
Si se observan con detalle aquellas definiciones respecto de la noción de comunidad, ensayadas durante la década de 80 en la psicología comunitaria y se las compara con aquellos otros intentos actuales por seguir definiendo.tal noción a los efectos de precisarla aún más, una de las conclusiones más evidentes a las que se llega es que la noción no ha logrado tal pretendida sistematización o precisión conceptual buscada.
Creo que en muchos autores, el concepto ha sido inflado al punto tal de ir incluyendo cada vez más subconceptos o sub elementos, cayendo lógicamente en una expansión tal que pide a gritos luego, renunciar a límites precisos.para el concepto, e incluso a llegar a afirmar que los límites de una noción como comunidad deben ser imprecisos o hiper-flexibles. Esto, a mi juicio, es resultado de un fracaso conceptual en los procedimientos.de análisis por parte de algunos teóricos de la psicología comunitaria. Y tal fracaso debe ser rectificado para que de este modo, podamos saber bien de que se habla cuando se habla de comunidad, a que se hace referencia cuando se piensa en una comunidad, etc.
Por otro lado, -ya adentrado el siglo XXI- otros autores emblemáticos de la disciplina, han postulado el argumento de que tal definición debería, si bien no ser amplificada al punto tal de seguir absorbiendo cada vez más.subconceptos, si debería incluir definiciones conceptuales, respecto de cómo se interviene u opera con él (con la comunidad). Creo que esto ha sido también un fracaso –aunque de otra índole- en intentar definir más analíticamente.y de esta forma individualizar con mayor precisión la noción. Pues ¿aceptaríamos definir a la mente humana o a un aparato mecánico o a “x” estructura anatómica animal, incluyendo en tales definiciones las maneras con las cuales intervenimos en ellas? Creo que el sentido común diría que no.
Puesto que, si ese fuese el caso, al cambiar los modos de intervención u operación sobre éstos, éstos cambiarían o sea serían otra cosa; o en otras palabras, podríamos decir que lo que.hacemos con ellos, y que pensamos que funciona o no, es la manera correcta de definir lo que tenemos delante.
Definir un objeto por una técnica empleada, o definir la creación.de un objeto a partir de la técnica con que se lo puede corregir o modificar, creo que es simplemente un acto de inconsecuencia, pues de esta forma se funden las diferencias entre lo que algo es y la manera en que podemos manejarnos con él. Algo así como si la arcilla fuese todas aquellas técnicas que tenemos para su modelamiento, cocción, etc. A fortiori, creo que todas las cuestiones operativas deberían ser secundarias – por supuestos ser definidas y redefinidas en función de su eficacia / ineficacia- a las formas en que entendemos algo.