La guerra interminable.

 Punto de partida:

No es fácil escribir sobre la locura. Al menos no lo es cuando escribes desde la tuya propia. Son varias las decisiones que hay que tomar al ritmo que se teclea; son muchos los obstáculos que hay que anticipar o, llegado el caso, esquivar. La percepción social que existe acerca del sufrir psíquicamente está eternamente salpicada de mierda. Desde las instituciones (todas ellas: legales, asistenciales, familiares, etc.) a los productos culturales; desde las posiciones más hegemónicas a buena parte de las periferias. El prejuicio y la ignorancia anidan tanto en las consultas psiquiátricas como en la mayoría de las aproximaciones artísticas al hecho de estar loco. La cultura popular, los artefactos televisivos, el fetiche morboso que busca lo grotesco en mitad de una anodina existencia burguesa… todo mierda. Una cortina de heces que quiere disimular a toda costa la fragilidad humana en esta forma vida que habitamos. El campo de batalla es cotidiano y carece de límites, y por tanto los resquicios desde los que luchamos son pequeños y recónditos.

 

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La guerra interminable.