Escrito por Lidia Luna (@otraslunas )
Escritura personal
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La escritura es una disciplina artística que, como tal tiene valor por sí misma y puede ser un fin: podemos escribir para crear un texto armónico, que transmita belleza; por ejemplo, cuando escribimos poesía. O para armar una historia ficticia, autobiográfica o que mezcle ambos registros; un relato que se entienda y que permita a quien lo lea sumergirse dentro de él, olvidar que está leyendo y transportarse durante unos instantes a ese espacio liminal que es el imaginario colectivo.
La escritura es, además, un recurso expresivo nos permite nombrar la experiencia para, de esta forma, poder organizarla y regular las emociones asociadas a ella. Es en este caso cuando hablamos de escritura personal, expresiva o terapéutica y deja de ser un fin para convertirse en un medio, un recurso. Hay muchos estudios que recogen los beneficios de la escritura expresiva; puedes leerlos en este artículo. Pero, para que sea eficaz y provoque cambios duraderos, cuando la utilicemos en un acompañamiento o intervención tiene que tener detrás una lógica, un propósito o un marco teórico que la sustente.
El enfoque narrativo de la experiencia
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De todos los conceptos que menciono en el artículo anterior, creo que el enfoque narrativo de la experiencia es el punto de partida que mejor puede ayudarnos a aplicar la escritura como recurso en la psicoterapia individual y grupal. Se trata de un enfoque que, tomando como referencia el constructivismo u otras aportaciones postracionalistas, engloba perspectivas y técnicas de diferentes disciplinas coherentes con una determinada visión del ser humano como constructor de historias y significados. Pone en el centro la subjetividad y el proceso de cambio como una experiencia co-construida, en la que la persona del terapeuta es experta en las técnicas y procesos y la persona a la que acompaña es experta en su propia vida. Uno de los objetivos de la psicoterapia es integrar la experiencia fragmentada por el trauma o el dolor; devolver a la persona la percepción de sentido y continuidad. Leer hacia atrás cuando es necesario para seguir, así, escribiendo hacia adelante; proyectándonos en el futuro y lo porvenir.
En este marco teórico la escritura es un recurso económico y sencillo de usar que permite acceder a la experiencia, ordenarla e integrarla; así como mejorar la percepción corporal y la consciencia de las diferentes emociones, lo que facilita su expresión y regulación.
Retos de la escritura personal
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Cuando queremos lograr estos beneficios a partir de la escritura personal, ya sea usándola en nuestra propia práctica o acompañando a otras personas, encontramos algunas dificultades:
La escritura es un hábito, una práctica y, como tal, consolidarla requiere un compromiso y un esfuerzo. A muchas personas les gustaría escribir de forma regular pero no lo hacen porque no saben cómo empezar a escribir cada día, o esperan a que llegue la inspiración para hacerlo, o creen que escribir requiere mucho tiempo y ni siquiera se sientan a intentarlo. En el artículo Cómo empezar a escribir un diario encontrarás orientaciones y ejercicios concretos para iniciar y mantener el hábito de la escritura.
Quienes sí escriben o utilizan la escritura en sus acompañamientos, a veces lo hacen siguiendo pautas muy específicas que no se adaptan a sus necesidades. Por ejemplo, muchas personas encuentran útil el ejercicio de las páginas matutinas; sin embargo, a otras les resulta difícil escribir por la mañana porque no tienen tiempo, sienten que su estado de ánimo no favorece la práctica, o se agotan intentando dedicar 40 minutos diarios a la tarea que, de este modo, acaba convirtiéndose en una obligación más y pierde su sentido.
Lo mismo sucede cuando alguien en psicoterapia, con la mejor intención, propone ejercicios de escritura muy estructurados para explorar o resignificar la pérdida; o cuando sugiere escribir un diario sin ofrecer recursos para solventar las dificultades que van apareciendo como, por ejemplo, la preocupación por la privacidad.
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