Respuesta. Los periodistas sois los intermediarios, si solo habláramos entre nosotros el mensaje quedaría en un círculo cerrado. Como dicen los italianos, “traducción es igual a traición”, los periodistas muchas veces mejoran las entrevistas, ellos transforman y mejoran mucho el discurso. Me sentí traicionado cuando en el huracán Katrina de Nueva Orleans (ocurrido en Estados Unidos y que causó cientos de muertes en 2005), no se informó de que murieron muchos más negros que blancos, porque los negros eran pobres y vivían mucho más cerca del río Misisipi, que subió mucho las aguas. No dijeron que los blancos eran más ricos y vivían en lo alto de la ciudad.
P. ¿Debemos sentirnos las personas culpables por no entendernos a veces a nosotras mismas? ¿Cuándo fue la primera vez que no se entendió?
R. Nos comprendemos muy, muy poquito. Muchas decisiones nos sorprenden porque no sabemos por qué las hemos tomado. La decisión más neurótica del ser humano es la del oficio, el trabajo, y la del cónyuge. El resto de la vida nos preguntamos por qué. Hace muchos años tuve un paciente, un joven militar al que le habían roto la nariz sus compañeros de clase [gesticula y se la señala mientras explica la historia]. Se la arreglé enseguida y volvió al Ejército, al servicio militar, si no se la hubiese arreglado habría ganado un año de su vida y medité si había hecho bien.
P. Hace dos años le estaría haciendo esta entrevista con mascarilla; hace tres, por teléfono. Casi ni nos acordamos de la pandemia. ¿Tanta es nuestra capacidad de adaptación?
R. Nos adaptamos sorprendentemente muy fácil, la gente mayor se adapta a la muerte inminente. La adaptación no tiene por qué ser un signo de salud sino una forma de patología. Un preso que está en la cárcel, aislado, da vueltas y vueltas en la celda, habla solo porque oye voces o tiene alucinaciones. En su cabeza oyen voces, se han adaptado al espacio y tienen alucinaciones auditivas porque se sienten menos solos, es la patología lo que les permite adaptarse.