Como terapeutas, sobre todo aquellos con menos experiencia, se suelen vivir momentos en los que se siente una gran presión porque muchas veces los pacientes dan por hecho que se tenemos todas las respuestas y siempre sabemos qué decir en cualquier situación.


Pero nada más lejos de la realidad, los terapeutas también somos humanos y no siempre sabemos qué responder o cómo actuar en un momento determinado, a veces necesitamos tiempo para pensar y poder elegir las palabras adecuadas, pero cuando ocurren estas situaciones, solo se genera en los terapeutas sentimientos de ansiedad o vergüenza.

Este tipo de situaciones son más comunes de lo que puede parecer, es cuestión de practicar y conocerse a uno mismo, ser consciente de las limitaciones individuales y sobre todo ser sincero con el paciente ya que es preferible decirle que no sabes a improvisar o inventarse algo.

Por ello, en primer lugar es importante reconocer que te sientes incómodo o inseguro sobre qué decir. Puedes tratar de obtener más información para ver si te ayuda preguntando por ejemplo  «Me siento un poco atascado aquí, ¿puedes contarme más sobre lo que te pasa?». Por otra parte si te sientes perdido en la conversación por el motivo que sea puedes comentar algo estilo: «Estoy empezando a perderme aquí y quiero asegurarme de que te estoy entendiendo, ¿podemos volver a….?»

 En segundo lugar, se debe siempre reflejar los sentimientos del paciente, ya que esto hará que se sienta escuchado y comprendido, mejorando así la confianza y la relación con el terapeuta. Además, estos sentimientos y emociones nos permiten obtener una información muy valiosa, por lo que también es importante enseñar a los pacientes a diferenciar e identificar sus emociones, tratando de averiguar qué es lo que genera dicha emoción y qué efectos tiene en su vida.

En tercer lugar hay que dejar espacio para los silencios. No siempre se debe dar una respuesta inmediata ya que debemos dar pie al paciente a pensar su propia respuesta y que de este modo tenga la oportunidad de resolver los problemas por sí mismo.

En cuarto lugar se tiene que validar las experiencias de los propios pacientes, ya que en muchas ocasiones necesitan sentirse comprendidos en lo que están experimentando. Puedes decir algo como «Parece que esto es realmente difícil para ti, y puedo entender por qué te sientes así». Para que el paciente pueda ver que entiendes lo que estás pasando y que es normal sentirse de esa manera.

Finalmente, debemos atender a nuestros propios sentimientos como terapeutas, comprendernos a nosotros mismos y, ante todo, cuidarse. Debemos darnos cuenta de que no siempre tenemos que tener la respuesta a todo o que no nos de miedo tener poca experiencia cuando acabamos de empezar.

El camino del terapeuta es largo y debemos tomarlo con calma, somos humanos al igual que los pacientes, no importa tanto lo que sepas o no decirles, si no el cómo les has hecho sentir.

Consejos para terapeutas