Pensemos por un momento en la cantidad de decisiones que tomamos en un solo día. Desde qué desayunar a primera hora de la mañana hasta qué plan hacer al terminar el día para desconectar de la rutina, pasando por qué ruta tomar para evitar el atasco que me impedirá llegar a tiempo al trabajo.

Sin duda, hay decisiones más triviales, como las que acaba de leer,  y otras más trascendentes, como elegir una carrera profesional o decidir tener o no tener hijos, entre muchísimas otras. Lo que es innegable es que  tomar decisiones es condición necesaria para el crecimiento personal y el bienestar, ya que nos ayuda a alcanzar nuestras metas y enfrentar desafíos. Se podría decir que

Cada opción escogida va definiendo quiénes somos y hacia dónde vamos.

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Y… ay, ¡qué difícil resulta a veces tomar decisiones! De hecho, a menudo acuden a consulta personas que buscan encontrar la mejor decisión para el problema que les acontece en el momento. Y se suele plantear un mismo dilema: ¿debo hacer caso a la razón o guiarme más bien por mis emociones?

De esto precisamente nos hablan Remmers et al. (2024) en el artículo citado al final de esta publicación. Estos autores se han dedicaron a estudiar los beneficios que tiene tomar decisiones intuitivas sobre el estado de ánimo. Este texto muestra cómo la ciencia da la razón a la idea de que las decisiones más viscerales, aquellas que surgen de nuestras “tripas”, pueden ser las más acertadas para nuestro bienestar emocional.

En su estudio emplearon dos grupos de participantes, que tomaron decisiones basadas en la intuición o en un análisis más pormenorizado o racional. Los resultados obtenidos muestran que tomar una decisión per se mejora inmediatamente el estado de ánimo de los participantes. Esto no llama excesivamente la atención, pues es bien sabido que la procrastinación en la toma de decisiones o la rumia excesiva no son más que un tipo de evitación que no hacen sino aumentar el malestar a largo plazo. Es decir,

“Mientras nos PREOCUPAMOS en encontrar la mejor solución, no nos OCUPAMOS de nuestros problemas”.

Por otro lado, encontraron que la facilidad para tomar decisiones, y no tanto la sensación de estar en lo correcto, fue el factor mediador de este efecto. Además, las decisiones intuitivas o tomadas desde una parte más visceral, en comparación con las más racionales, mostraron una mayor probabilidad de ser llevadas a cabo y condujeron a una mayor satisfacción con la opción escogida. En otras palabras, parece que las decisiones más emocionales no solo nos hacen sentir mejor una vez tomadas, sino que además son ejecutadas con mayor probabilidad, y a la larga hacen que nos sintamos más conformes con la opción que elegimos en su momento.

Por último, parece que tener más alternativas para una decisión específica, también tiene mayores beneficios para nuestro estado de ánimo. Con esto podemos concluir que siempre será mejor tener más opciones sobre la mesa que encontrarnos ante una decisión dicotómica.

En resumen, por supuesto que es importante comprender que en la vida de cualquier persona habrá decisiones muy trascendentes, con consecuencias relevantes, que requerirán un análisis más profundo de la situación. Ahora bien, todo lo anteriormente comentado supone un material para reflexión personal, así como una guía para aquellas situaciones en las que se nos plantea el difícil diálogo interno entre nuestra parte  más racional y nuestra parte más emocional. Como bien plantean los autores,

Puede ser útil darle voz y escuchar a nuestras tripas, pues quizá tengan cosas muy interesantes que contarnos.

Publicación redactada por: Ángela Diego (Psicóloga General Sanitaria)

Referencias:
Remmers, C., Topolinski, S., Knaevelsrud, C., Zander-Schellenberg, T., Unger, S., Anoschin, A., & Zimmermann, J. (2024). Go with your gut! The beneficial mood effects of intuitive decisions.. Emotion. Advance online publication. https://dx.doi.org/10.1037/emo0001385

escucha a tus tripas