Webinar Nuria Tur
El pasado jueves 26 de noviembre, desde la Fundación para la Investigación en Psicoterapia y Personalidad (FUNDIPP), se impartió el seminario de :
“Intervención en adolescentes con autolesiones desde la MBT”
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Presentado por la Dra. Nuria Tur. Este seminario consistió en llevar a cabo una introducción sobre la terapia basada en la mentalización (MBT), evaluación y técnicas básicas y su aplicación práctica para la intervención en autolesiones con adolescentes.
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.Desde la MDT se trabaja sobre lo actual y el consciente y preconsciente, generando un espacio contingente, empático y confiable desde el que el paciente pueda tomar conciencia de su proceso mental. En este sentido, se entiende por mentalización como la capacidad de entendernos a nosotros mismos y a los demás en términos de estados mentales intencionales, y como estos estados mentales intencionales (creencias, deseos, sentimientos, pensamientos) de forma consciente o no, determinan nuestra conducta. Esta cualidad se haya alterada en estos pacientes.
Los estados mentales intencionales se desarrollan en intima relación con el otro significativo en el contexto de relaciones de apego, y están estrechamente conectados con la construcción del propio self y sus objetos, y con la regulación emocional que se produce de esta relación. De este proceso se deriva la conciencia reflexiva sobre uno mismo, sobre la propia cognición, el propio afecto y/o el propio cuerpo. Es decir, el desarrollo de la mentalización depende de la generación de estados mentales compartidos entre el niño y sus cuidadores, que en casos de descuido o negligencia provocarán una alteración en la comprensión de sí mismo y de los otros, produciendo en el adulto una importante disfunción personal y social.
Mentalizar es interpretar la conducta atribuyendo estados intencionales, el cerebro realiza estas funciones interpretativas mediante unas redes neuronales que generan predicciones. Por lo que, todos los seres humanos se mueven a lo largo de estas polaridades (reflexivo vs. automático; afecto o cognición; externo vs. interno) a la hora de atribuir causalidades a la conducta de uno mismo o del otro. Así pues, evaluar el perfil mentalizador característico de cada individuo será básico antes de planificar la terapia.
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En líneas generales, una capacidad de mentalización robusta la podremos observar a través de una actitud y un discurso característicos a la hora de interpretar la conducta del otro y de sí mismo. Además, existirá un interés genuino en el otro, es consciente de la importancia y del impacto que tiene el afecto en la salud mental, muestra una posición de apertura y contemplación frente a otras perspectivas, siendo capaz de modificar las suyas propias.
Por el contrario, una mentalización deficiente se caracteriza por un discurso consistente en posicionamientos mentales rígidos o concretos, en la no contemplación de otras perspectivas, en la ausencia de estados mentales en la narración o en la certidumbre con la que se habla sobre los estados mentales del otro y en el empleo de clichés o estereotipos.
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De esta manera, cuando se hace uso de una mentalización deficitaria se emplearán modos prementalizadores o no mentalizadores del funcionamiento mental. Uno de ellos es la equivalencia psíquica, que consiste en la presencia de un pensamiento concreto que prima sobre la realidad en sí misma, existiendo un isomorfismo mente-realidad, es decir, la realidad es lo que uno piensa. El modo simulado sería otro de ellos, este consiste en que los pacientes son capaces de hablar sobre sus procesos mentales de manera no integrada. Es decir, existe una desconexión entre el discurso y la realidad interna del paciente (el afecto y la narración están disociados). Por último, el modo teológico hace referencia al proceso mentalizador en el que solo se atribuye intención a lo que es físicamente atrayente. En este caso, son los hechos o la acción los que suplantan el pensamiento reflexivo, y el afecto no representado se transforma en una demanda explicita para que suceda algo.
Desde la teoría basada en la mentalización, el terapeuta debe trabajar desde una posición de “no saber”, en el sentido de que no puede saber más que el propio paciente sobre lo que sucede en la mente de este. Lo cual supone que se supriman todos los juicios e interpretaciones que surjan en ese momento para así garantizar una exploración detallada del proceso mental del paciente, donde pueda construir una narración en la que experiencia, cogniciones, afectos y conducta se interrelacionen entre sus estados mentales y sus procesos interpersonales.
En este sentido, se trata de ayudar al paciente a identificar y etiquetar sus afectos en los eventos que nos narra, situarlos en el contexto y ayudarle a comprender su influencia en sus problemas conductuales e interpersonales.