Porque 7 de cada 10 personas que mueren por suicidio no tenía pensado hacerlo tan solo una hora antes. La conducta suicida es dinámica, cambiante, en algún punto impredecible, y se ajusta mal a nuestros anhelados modelos lineales de predicción e intervención. El suicidio es una conducta, no una enfermedad, y su principal medida preventiva es la opuesta a la que se aplica en las infecciones: desaislarse, reconectarse, contaminarse de los otros. Los lazos afectivos y la comunicación son su principal antídoto. Conocemos muchos factores de riesgo, pero aún no tenemos ningún modelo que prediga individualmente que alguien vaya a acabar con su vida
Mueren más personas por esta causa que por cáncer de mama. Se calcula que en el mundo hay más de 700.000 muertos por suicidio al año, aunque muchos otros, que no se registran, pasan por inexplicables accidentes, caídas, fatalidades domésticas.
Hay diferencias entre países, siendo líderes en suicidios Corea, Lituania y Eslovenia, y los últimos Turquía, Grecia y México. Buscar explicaciones nos lleva a las siguientes hipótesis: ¿será el clima? ¿la cultura? ¿el nivel socioeconómico?.
El 10 % de la población general se ha planteado alguna vez acabar con su vida. Habitualmente son ideas transitorias, poco estructuradas, sin paso al acto, y constituyen una señal de alto sufrimiento psíquico. Son aún más frecuentes las ideas de muerte, es decir, contemplar la muerte como algo no indeseado (“tal como estoy, si mañana me da un infarto y me quedo en el sitio, no me importaría”) sin implicar ningún plan para acabar con la vida, pero sí una desvalorización de ella.
Siguiendo con este intento de clarificar conceptos, están las conductas parasuicidas, que, bajo la apariencia del suicidio, tienen otros fines, como movilizar el entorno familiar o generar una reacción emocional en los demás. No debemos banalizar estos gestos, porque algunos parasuicidas mueren en su propósito errado. Y, definitivamente, todos ellos deben sufrir mucho para recurrir a estos métodos desesperados, a veces teatrales, de gestión de los conflictos. Las autolesiones, finalmente, constituyen la acción de agredirse a uno mismo sin finalidad suicida.
Al igual que otros países del entorno, en España se están haciendo importantes esfuerzos en la prevención del suicidio. Muchas comunidades autónomas (Cataluña, Valencia, Euskadi o Madrid) han elaborado excelentes planes basados en la evidencia. Se basan en sensibilizar a la población, limitar el acceso a medios letales, mejorar la comunicación de noticias de suicidios, entrenar a los adolescentes en habilidades socioafectivas e identificar y tratar a personas de riesgo, entre otras medidas.
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