Este trastorno del ánimo no debe confundirse con las variaciones normales del humor, las reacciones emocionales intensas o la inestabilidad de carácter.

Excelente artículo de Guillermo lahera  profesor titular de la Universidad de Alcalá y psiquiatra del área de Alcalá vinculado al Hospital Universitario Príncipe de Asturias es Secretario de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB).


El trastorno bipolar es, probablemente, el trastorno mental grave más banalizado. En contraste con los términos esquizofrenia o anorexia nerviosa, que evocan algo sórdido y oscuro, la llamada “bipolaridad” sugiere una divertida alternancia entre lo expansivo o genialoide y lo triste, entre lo amable y lo colérico.

“Mi jefa debe ser bipolar” o “yo es que soy un poco bipolar” ―seguido de una carcajada cómplice― son ya clásicos de las conversaciones triviales contemporáneas.

Este malentendido es especialmente injusto con los pacientes y familias que sufren este grave trastorno, que supone la séptima causa de discapacidad mundial.

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Y es que actualmente, ante la proliferación y extensión de etiquetas diagnósticas a las variantes de la normalidad, debemos estar atentos precisamente a lo que no son trastornos mentales. La aparición de los sistemas de clasificación diagnóstica (CIE-11 o DSM-5) fue necesaria y útil en la historia de la psiquiatría, para por fin utilizar un lenguaje común, más o menos fiable, en lo que era una Torre de Babel. Pero sus descripciones someras de los trastornos, con listas de criterios que un evaluador tipo marca con base en la observación clínica o el reporte de síntomas, dan lugar fácilmente a que cualquier persona, en un mal día, pueda ser diagnosticada de varias cosas a la vez.

No hay profundidad en la exploración psicopatológica ni sentido de la medida al poner el umbral de lo disfuncional. De esta forma, las prevalencias aumentan, las comorbilidades ―coexistencias de varios trastornos― aumentan, y este sobrediagnóstico acaba perjudicando a los que realmente sí tienen un trastorno grave y limitante, que se ven incluidos en una maraña de banalidades y reciben una pobre asistencia. Por ejemplo, es razonable pensar que tener emociones intensas negativas como tristeza, rabia, decepción, amargura y desolación, en determinadas circunstancias, no supone necesariamente tener un trastorno.

Imaginen el disparate de reducir el exuberante catálogo emocional de los dioses del panteón griego o de los personajes de la novela rusa del siglo XIX a unas cuantas categorías diagnósticas.

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Articulo extraído de la pagina https://elpais.com/salud-y-bienestar/2022-07-01/que-es-y-que-no-es-un-trastorno-bipolar-el-problema-mental-grave-mas-banalizado.html. Bajo el titulo. Qué es y qué no es un trastorno bipolar, el problema mental grave más banalizado. Articulo publicado por Guillermo Lahera. Con fecha 01-07-2022.

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