Un día a día intenso e hipersensible.
El trastorno límite de la personalidad (TLP), caricaturizado y en gran medida infradiagnosticado, afecta aproximadamente al 4 % de la población. Generalmente es sinónimo de sufrimiento intenso.
Testimonios y explicaciones en el nuevo episodio del podcast Dingue.
https://www.rts.ch/play/radio/redirect/detail/13560425
«Tengo esta energía, este dinamismo, a la gente le encanta, pero no ven la cara oculta del iceberg», resume Francesca, que vive con TLP. Para ella, y como suele ser habitual, las primeras manifestaciones del trastorno aparecieron en la adolescencia.
“Fue más allá de la tristeza, un sufrimiento que no podía manejar y ahí fue cuando comencé a autolesionarme, a evacuar ese desbordamiento emocional”, relata Francesca, quien agrega que estaba usando un pequeño cuchillo de cocina para rascarse el brazo.
Tenga en cuenta que no todos los adolescentes y, más comúnmente, todas las adolescentes que se autolesionan inevitablemente desarrollan TLP.
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Un trastorno temido incluso más que terrible.
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Para Nader Perroud, profesor de la Universidad de Ginebra,( médico adjunto y jefe de la unidad de trastornos de la regulación emocional del HUG), el TLP es uno de los trastornos más estigmatizados en psiquiatría. “Está muy mal visto, no solo por los pacientes, sino también por los cuidadores”, explica.
Una de las ilustraciones de este reproche está cifrada. «Nos dimos cuenta de que el 40% de los pacientes que viven con TLP fueron diagnosticados de trastorno bipolar», especifica Nader Perroud. Hay varias explicaciones para este sesgo: además del estigma social, también está el hecho de que existen medicamentos para el trastorno bipolar, pero no para el TLP.
Por lo tanto, el tratamiento básico es la psicoterapia. Existen programas especializados para el TLP que son muy efectivos, pero poco conocidos, incluso por los psiquiatras. “Es una completa locura que no tengamos suficientes personas que puedan atender a estos pacientes porque es fácil de tratar”, lamenta el médico.
Una relación especial con la muerte.
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Dos cifras son emblemáticas de la singular relación del TLP con la muerte: el 75% de las personas que viven con este trastorno realizan uno o más intentos de suicidio y el 8% fallece.
Para Francesca, la idea del suicidio le permite reducir su ansiedad:
«Para mí la vida es difícil, la vida me preocupa. Entonces esta opción de poder acabar con esta ansiedad me tranquiliza».
Francesca también ha desarrollado una relación casi terapéutica con sus intentos de suicidio. De hecho, en el momento de sus intentos, escribe una carta de despedida a sus familiares y esta práctica la apacigua.
¿Un trastorno infantil?.
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Como suele ocurrir con los trastornos mentales, el origen del TLP es en parte hereditario y en parte relacionado con la infancia. No se trata necesariamente de abuso o maltrato, sino más ampliamente de una infancia en un ambiente llamado «invalidante», es decir, mal entendido en sus emociones y sus particularidades.
Esta es una de las razones por las que un niño que vive con un trastorno por déficit de atención no diagnosticado corre el riesgo de desarrollar TLP. «Si el niño se mueve todo el tiempo en clase, si molesta a todos, lo castigaremos constantemente y muy rápidamente seremos llevados a invalidar la experiencia de este niño. Después de un tiempo, se dice a sí mismo que es completamente cero, es una auto invalidación”, detalla Nader Perroud.
¿Aspectos positivos?.
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Sin banalizar ni negar el sufrimiento inherente al TLP, este trastorno ofrece a quienes lo padecen algunos aspectos positivos: “Una persona que vive con TLP es mucho más sensible a nivel emocional, pero también en la expresión de emociones, que un sujeto lambda” , especifica Nader Perroud.
«Este fenómeno tiene una propensión a generar artistas. Hay una abundancia de artistas borderline. Por ejemplo, Amy Winehouse pudo compartir sus emociones, su experiencia porque era borderline. Entonces existe esta tendencia de poder hacer que los mortales comunes experimenten cosas que no viven todos los días”, continúa el doctor.
Por su parte, Francesca admite que no se imagina vivir una vida aburrida: «¡De hecho, necesito vibrar! Y a través de mi sufrimiento, también creo que entiendo fácilmente el sufrimiento de los demás, entonces eso me permite desarrollar una empatía que puede ser útil para acompañar y ayudar a las personas”.