El secreto: prevalencia, razones y consecuencias.
¿Quién no ha guardado un secreto (o varios) alguna vez en la vida? Guardar un secreto es algo que todos, o la gran mayoría de nosotros, hemos experimentado. De hecho, los datos apuntan que un 97% de las personas ha guardado un secreto en un momento dado, y solemos guardar una media de trece secretos a la vez. Es posible que el lector se recuerde a sí mismo ocultado a un hermano o amigo como autor de una travesura ante el interrogatorio de unos padres enfadados, demostrando así lealtad y solidaridad. Igualmente, en la edad adulta, quizá haya ocultado una infidelidad para evitar dañar la relación de pareja o causar conflicto. O quizá haya mantenido en secreto información personal comprometida para mantener su reputación.
Las personas guardamos secretos por una variedad de razones, desde proteger nuestra privacidad hasta evitar conflictos o preservar relaciones. Lo cierto es que mantener un secreto, sea con la finalidad que sea, desencadena en nosotros una serie de emociones. En algunos casos, estas emociones podrían ser de valencia más “positiva”, como orgullo, entusiasmo o gratitud. No obstante, en muchas ocasiones, guardar un secreto puede promover que aparezcan emociones como la culpa, la vergüenza o el miedo a ser delatados, situadas dentro del grupo de emociones de valencia más “negativa”. En definitiva, parece que el hecho de guardar secretos conlleva una carga emocional.
Regulación de emociones producidas por el secreto.
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Ante las emociones que genera el secreto, las personas ponen en marcha una serie de estrategias de regulación emocional comúnmente conocidas, como pueden ser la supresión de la expresión emocional, la rumia, la distracción, el intercambio social, la aceptación y la reevaluación.
Sin embargo, lo que es bueno para el secreto -es decir, para evitar que se difunda- puede no serlo para la persona. Por ejemplo, la reticencia a compartir con otras personas las emociones, puede favorecer que el secreto no salga a la luz, pero a la vez nos impide disponer de apoyo social. Del mismo modo, un intento por inhibir la emoción que nos produce el secreto, puede hacer que esta emoción acabe aumentando su intensidad, comprometiendo esto nuestro bienestar.
En este sentido, Bianchi et al. (2024) realizan un estudio para comprobar empíricamente cuáles son las estrategias empleadas para la regulación de las emociones que desencadenan los secretos. Encuentran que la aceptación, la distracción, la supresión emocional y, en menor medida, el intercambio social, son las estrategias más empleadas. No podemos asumir que ninguna de estas estrategias de regulación sea totalmente positiva ni totalmente negativa, sino que todas ellas pueden resultar ser adaptativas en función del contexto y el modo en que se empleen. Por ejemplo, la aceptación podría considerarse una estrategia útil para aliviar la carga emocional, pero también podría llevarnos un papel pasivo ante las propias emociones si se emplea de forma continuada y por defecto. La distracción, de igual modo, puede brindar alivio a corto plazo, pero también puede tener un costo para el bienestar a más largo plazo al impedir la solución de problemas.
Los autores también encuentran que los secretos que requieren de una mayor regulación emocional son aquellos que resultan significativos para la persona, que tienen un contenido negativo, que son controlables y que podrían ser socialmente dañinos. A su vez, estos secretos se asocian con un mayor uso de la rumiación, la distracción y la supresión.
Conclusiones.
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En conclusión, parece que al regular las emociones sobre nuestros secretos, las personas priorizamos nuestra intención de mantener oculta la información secreta, a pesar de los posibles costos para el bienestar que puede conllevar. De este modo, emplear la aceptación, distracción o supresión emocional, podrían ayudar a que esta información permaneciese en secreto, al igual que el hecho de no buscar intercambio social. Ahora bien, también parece que esto conllevaría consecuencias sociales y personales perjudiciales.
Comprender los procesos regulatorios involucrados en el secreto es una base sobre la cual intervenir para aliviar la carga emocional de secreto. En este sentido, una de las recomendaciones sería entrenar formas de regulación emocional alternativas, como la reevaluación cognitiva. También podría ser útil compartir con una red social las emociones que genera el secreto sin tener que desvelar el contenido del secreto en sí. Además, se ha de prestar una mayor atención a aquellos secretos que son significativos, con contenido negativo y que implican un perjuicio social, pues son los que podrían requerir en mayor medida de estrategias de regulación emocional.
Bibliografía
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Bianchi, V., Greenaway, K. H., Slepian, M. L., & Kalokerinos, E. K. (2024). Regulating emotions about secrets. Emotion. Advance online publication. Recuperado de: https://psycnet.apa.org/fulltext/2024-64620-001.html
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Bianchi, V., Greenaway, K. H., Moeck, E. K., Slepian, M. L., & Kalokerinos, E. K. (2024). Secrecy in everyday life. Personality and Social Psychology Bulletin, 01461672241226560. Recuperado de: https://journals.sagepub.com/doi/full/10.1177/01461672241226560
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Slepian, M. L., Chun, J. S., & Mason, M. F. (2017). The experience of secrecy. Journal of Personality and Social Psychology, 113(1), 1. Recuperado de: https://psycnet.apa.org/record/2017-20428-001