El descarado acceso a nuestra vida privada nos hace presos de un gran ojo que todo ve y a todos mira.
El concepto panóptico (del griego pan-opticón “verlo todo”) fue acuñado por Jeremy Bentham en 1791 para definir un sistema carcelario en que desde una torre de vigilancia central en una estructura circular, se podía vigilar a todos los presos, mientras que éstos, no podían ver quién les vigilaba, ya que el interior de la torre estaba oculto.
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La teoría detrás de este concepto, es que como el preso se siente vigilado todo el tiempo, se ve forzado a comportarse según la ley y toma conciencia del delito cometido.
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La realidad es que en las cárceles donde se aplica este sistema, los presos suelen estar más deshumanizados y con trastornos de conducta a causa de la sensación omnisciente de ser observados. Ya lo decía Foucalt en “Vigilar y Castigar” que la sociedad es un gran panopticón, o también Orwell, en su famoso The Big Brother… Más allá de la narrativa, la realidad una vez más está superando la ficción.
Y es que el sistema panóptico está llegando a las empresas. Actualmente, muchas compañías empresariales someten a los trabajadores a múltiples sistemas de control y eficiencia: implantación de chips biométricos de identificación, dispositivos de monitoreo de calor en los escritorios o programas de análisis de datos y control del tiempo efectivo.
Estas prácticas, lejos de ser aisladas, se encuentran en auge y la persona trabajadora no cuenta con muchas herramientas legales para negarse a este sometimiento. Así pues, o acepta o busca otro trabajo.
Así pues, nos planteamos si esta vigilancia en el entorno laboral ¿nace con el objetivo de mejorar la eficiencia y productividad de los trabajadores o como una forma de tener controlados a aquellos menos capacitados para poder prescindir de ellos?
No hace falta ser marxista para entender que el trabajo es alienante, pero el punto al que estamos llegando en que se evalúa la capacidad de una persona a través de datos computacionales, alienando a la persona (el ser humano) del ente trabajador, es como mínimo preocupante. Sobre todo, la normalidad con la que se están aceptando estas prácticas.
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