El trastorno límite de la personalidad (TLP) se presta tanto a la controversia y el malentendido como a la fascinación de muchos. El retrato que películas como ‘Atracción fatal’ han realizado de esta psicopatología ha alimentado el desconcierto. En su papel, Glenn Close proyecta una imagen bastante realista del TLP (caracterizado por la inestabilidad emocional, relacional y de la identidad), aunque su interpretación no encuentra sostén narrativo que dé cuenta de la importancia de las experiencias vitales y de la vulnerabilidad biológica en la génesis del trastorno.

El trastorno límite de la personalidad fue descrito por primera vez en 1938 por Adolf Stern, quien acuñó el término para catalogar a aquellos pacientes que mostraban inestabilidad emocional, impulsividad, hipersensibilidad al rechazo y falta de una respuesta favorable al tratamiento. Utilizó el término «límite» porque consideraba que representaba a pacientes que se encontraban en la frontera entre la neurosis y la psicosis, pero que no encajaban del todo en ninguna de las dos categorías. Aunque estas últimas no siempre se han delimitado claramente y la frontera entre ambas es aún más difusa, el término «límite» ha permanecido como etiqueta de referencia para designar al trastorno. Se considera un trastorno de la personalidad porque es generalizado y afecta a la forma en que el individuo concibe su mundo y a las personas que éste último contiene.

La quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) define los trastorno de la personalidad como » un patrón permanente de experiencia interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto; se trata de un fenómeno generalizado y poco flexible, estable en el tiempo, que tiene su inicio en la adolescencia o en la edad adulta temprana y que da lugar a un malestar o deterioro» (Asociación Americana de Psiquiatría, 2013). Es importante señalar que el malestar mencionado en la definición puede ser experimentado tanto por el individuo con el trastorno como por otras personas o allegados.

Existen mitos y conceptos erróneos relacionados con todas las enfermedades mentales; inexactitudes y creencias que es necesario matizar, ya que pueden promover la estigmatización y la discriminación de las personas que conviven con patologías mentales, impidiendo que busquen ayuda y contribuyendo así al mantenimiento o empeoramiento del malestar. El TLP se presta particularmente a estos malentendidos, vinculándose a una serie de conceptos erróneos que siguen circulando dentro y fuera de Internet y que llevan a muchos a malinterpretar la enfermedad. En esta sección examinaremos algunos de los conceptos erróneos predominantes sobre el TLP.

 

Mito: Es difícil llevarse bien con una persona con TLP. Además, no es realmente un trastorno.

Cierto es que la mayoría de las personas con TLP pueden aparentar ser difíciles de llevar, a menos que se les dé exactamente lo que quieren en el momento.

Todos tenemos una historia de aprendizaje y actuamos de formas que han sido reforzadas de alguna manera. Cuando nos criamos en un entorno sano, normalmente estas formas de actuar e interactuar con los demás son adaptativas. Sin embargo, para algunas personas no lo son. Por razones que van más allá del alcance de este artículo, el modo en que las personas con TLP han aprendido a actuar para obtener lo que necesitan de los demás suele generar rechazo en aquellos con los que interactúan.

Aunque las causas del TLP no están del todo claras, existe un conjunto de investigaciones que indican que la genética, la estructura y el funcionamiento del cerebro y los factores ambientales, culturales y sociales desempeñan un papel en su desarrollo. Una cosa que está clara es que el TLP es un trastorno psicológico completamente real que causa sufrimiento a quienes lo padecen (Paris, 2018).

Mito: Las personas con TLP son manipuladoras y controladoras.

Muchas personas suelen evitar a quienes padecen TLP, ya que les resultan aversivos y difíciles de llevar. Una de las razones de esto es que se asume que las personas con TLP planean estratégicamente cómo manipular a los demás para que éstos respondan de cierta forma. Muchos creen que el comportamiento revoltoso, caótico e incoherente de estas personas es intencionado, sin darse cuenta de que las personas con TLP no actúan así a propósito siempre.

En muchos casos se trata de la única forma que conocen de cuidar de sí mismos. Su trastorno de personalidad los hace rígidos e inflexibles en cuanto a su forma de actuar, lo que les dificulta tomar conciencia de que hay formas alternativas y más adaptativas de comportarse y les hace aferrarse a su forma de hacer las cosas.

Su comportamiento está dirigido a prevenir lo que perciben como un destino peor que la muerte, que es estar solo o abandonado. Mantendrán todo aquel comportamiento que les permita preservar sus vínculos con personas importantes en su vida, independientemente de cuán dañino les resulte. Si creen que alguien se dispone a abandonarles, intensificarán su comportamiento lo que sea necesario para hacerle permanecer. Para ellos, se trata de una cuestión de supervivencia.

La palabra «manipulación» implica que algo ha sido planeado cuidadosa y malintencionadamente. Sin embargo, la mayoría de estos comportamientos no son más que intentos desesperados por parte de la persona con TLP para satisfacer sus necesidades emocionales. No intentan manipular o controlar a los demás de forma consciente, sino que despliegan conductas defensivas ante lo que estiman amenazante, personal o indicativo de un posible abandono.

Mito: El TLP es sólo una forma extrema del trastorno bipolar.

En realidad, estos dos trastornos son muy diferentes. Si bien síntomas como la impulsividad y los cambios de humor se observan tanto en el TLP como en el trastorno bipolar, cabe recalcar que no ocurren del mismo modo, ni en el mismo contexto ni por los mismos motivos. Es importante recordar que los trastornos de la personalidad son generalizados, duraderos y afectan prácticamente a todos los aspectos de la vida de una persona, con especial énfasis en lo interpersonal.

En contraste, alguien con trastorno bipolar que no esté en un episodio maníaco o depresivo mostrará estabilidad y podrá funcionar con normalidad. Por lo general, una persona con trastorno bipolar sólo tendrá ciclos de media una vez al año, posiblemente dos, por lo que la mayor parte del tiempo se encuentra en un periodo estable.

Las personas con trastorno bipolar pueden tener buenas relaciones interpersonales que pueden verse perturbadas por periodos de manía o depresión, pero normalmente las relaciones cercanas no se ven perjudicadas ni siquiera por los periodos de enfermedad. La estabilidad que se encuentra entre episodios en individuos con trastorno bipolar no se observa en aquellos con TLP.

Mito: Las personas con TLP son testarudas y resistentes al cambio, por eso no mejoran.

En realidad, casi todo el mundo se resiste al cambio. Cuando nos acostumbramos a algo y nos resulta familiar, tendemos a aferrarnos a ello (a menos que el cambio implique pasar de algo negativo a algo positivo). Incluso entonces, acostumbrarse a algo nuevo supone un ajuste y un esfuerzo, lo que explica que encontremos difícil desprendernos de ciertos hábitos o tendencias.

Las personas con TLP tienen un sistema en que han confiado probablemente desde la infancia. Aunque puede causarles angustia la mayor parte del tiempo, es lo que conocen. Ayudarles a llegar a un punto en que estén dispuestos a cambiar implica mostrarles cómo es experimentar un tipo diferente de relación con los demás. Esto puede hacerse eficazmente a través de la alianza terapéutica, aunque también es necesario promover nuevos patrones relacionales y regulatorios si se pretende que abandonen las estrategias que utilizan normalmente.

Mito: A las personas con TLP no les importa la gente que les rodea. Sólo se centran en lo que quieren.

Las personas con TLP tienen mucha dificultad para regular sus emociones, pero eso no significa que no las experimenten. Cuando sienten que pueden contar con los demás para permanecer en su vida, pueden ser muy compasivos y cariñosos. Las personas con TLP se preocupan por sus amigos y familiares y sienten y expresan empatía. También tienen una enorme capacidad para preocuparse por los animales domésticos.

Desgraciadamente, los problemas causados por el trastorno de la personalidad, como los cambios de humor, la incapacidad para relacionarse con los demás, el comportamiento impulsivo y la imagen inestable de sí mismo, son tan extremos que causan problemas en las relaciones. Es posible que una persona con TLP no sea capaz de ver cómo su comportamiento y sus expectativas afectan a sus seres queridos. Esto puede ser percibido por los demás como una falta de afecto y empatía.

Cuando perciben la angustia que su comportamiento causa a otras personas importantes para ellos, pueden sentirse culpables y deprimirse. Pero los diversos problemas que experimentan (particularmente los relacionados con su estado de ánimo, con su necesidad de validación y con el miedo al abandono), pueden impedirles actuar coherentemente con su empatía y su capacidad de ayuda y compasión por los demás.

Mito: Las personas con trastornos de la personalidad sólo intentan llamar la atención cuando intentan suicidarse. Realmente no quieren morir.

Algunas personas con TLP se autolesionan como forma de llamar la atención o de contactar con la realidad cuando el malestar es intenso y necesitan regularse emocionalmente. Aunque no puedan controlar la intensidad y la experiencia de sus emociones, pueden controlar la cantidad de dolor que sienten cuando se autolesionan. Esto reafirma su capacidad de ejercer cierto control sobre una situación que, en ese momento, experimentan como una realidad que les sobrepasa.

Sin embargo, esta es una categoría de comportamiento diferente del comportamiento suicida real. Las personas con TLP también se autolesionan con la intención de suicidarse, ya que pueden sentir que, en ciertos momentos, su malestar es insondablemente duro como para ser tolerable, optando por el suicidio como alternativa razonable. Muchas personas con TLP también padecen un trastorno del estado de ánimo que, cuando se combina con su impulsividad y problemas de regulación emocional, conduce a un comportamiento suicida repentino que a menudo resulta letal. Hasta un 10% de las personas con TLP mueren por suicidio y estos casos casi nunca son el resultado de un error de cálculo accidental de la letalidad del comportamiento autolesivo.

Independientemente del tipo de comportamiento que sea, cualquier tipo de autolesión debe tomarse siempre en serio y nunca etiquetarse inmediatamente como parte del “repertorio” manipulativo de la persona con TLP. La autolesión, incluso si no es con la intención de suicidarse, sigue siendo un daño que necesita ser tratado. En el TLP también hay una fuerte correlación entre aquellos que se involucran en autolesiones no suicidas y el comportamiento suicida posterior. (Sadeh, Londahl-Shaller, Piatigorsky, Fordwood, Stuart, McNiel, D. E., & Yaeger, 2014).

Una vez más, aunque todo comportamiento autolesivo debe ser abordado, es importante recordar que, para las personas con TLP, a menudo constituye una respuesta de afrontamiento y desempeña una función. Es importante proporcionar a la persona otras opciones y no simplemente arrebatarle lo que para ella puede constituir su única estrategia de regulación emocional.

Mito: El TLP sólo se da en mujeres.

Hay más mujeres diagnosticadas de TLP que hombres. Sin embargo, los índices de prevalencia estiman que al menos un 30% de los que reciben el diagnóstico son hombres. Es probable que se trate de una gran subestimación, ya que los síntomas que componen los criterios diagnósticos se manifiestan con mayor frecuencia en las mujeres (mientras que los hombres pueden experimentar síntomas algo diferentes del trastorno).

Se ha observado que los hombres con TLP tienden a ser más impulsivos y agresivos físicamente que las mujeres con este trastorno, presentando más características narcisistas, antisociales, paranoides y esquizotípicas que las mujeres. Los hombres también son menos propensos a mostrar rasgos de personalidad dependiente y obsesivo-compulsiva en comparación con las mujeres (Sher, Rutter, New, Siever y Hazlett, 2019). Estas diferencias significan que es posible que no dispongamos de una metodología precisa para evaluar el trastorno en la población masculina.

Mito: El TLP no puede tratarse eficazmente.

Este mito puede ser muy perjudicial, ya que puede disuadir a las personas de buscar ayuda y con ello acrecentar el sufrimiento y la desesperanza. Como en cualquier otro trastorno, la eficacia del tratamiento dependerá de la habilidad y la formación del terapeuta, así como de lo compatible que el paciente sea con el formato de la intervención.

Al igual que con otros trastornos, hasta que no hubo suficiente investigación y una base empírica establecida que documentara métodos eficaces para tratar el trastorno, las opciones eran limitadas. Ahora, incluso las personas con formas graves del trastorno pueden mejorar significativamente con el tratamiento adecuado. Frecuentemente, una combinación de medicación utilizada para síntomas específicos como la ansiedad y la depresión al principio del tratamiento y psicoterapia que aborde el comportamiento y las causas del comportamiento puede ser un enfoque eficaz.

Mito: Las personas con TLP son peligrosas.

La verdad es que las personas con TLP son mucho más propensas a hacerse daño a sí mismas que a cualquier otra persona. A menudo muestran irritabilidad e incluso rabia que se considera inapropiada e inconsistente con la causa percibida. Pueden tener una mecha muy corta, parecer enfadados la mayor parte del tiempo e incluso llegar a involucrarse en enfrentamientos físicos.

Un amplio estudio realizado en 2016 en el Reino Unido descubrió que el TLP por sí mismo no se asociaba significativamente a la violencia. Sin embargo, las personas con este trastorno eran más propensas a padecer afecciones concurrentes como el trastorno antisocial de la personalidad y el abuso de sustancias, que sí aumentaban el riesgo de agresividad y violencia. Una revisión de la literatura dio como resultado un hallazgo similar, que señala, en definitiva, la falta de evidencia de que el TLP por sí solo aumente la violencia contra los demás (González, Igoumenou, Kallis, & Coid, 2016).

A pesar de la creciente discusión que el TLP despierta en todo el mundo la patología sigue siendo escasamente comprendida. Las personas que la padecen no solo sufren sus síntomas, sino también las ideas erróneas, las creencias negativas y los juicios asociados a la misma. Estas personas a menudo son excluidas de los servicios y son víctimas de conductas prejuiciosas y estigmatizantes tanto en los recursos de salud mental como en la sociedad en general).

Es importante aumentar la concienciación y la comprensión de que la angustia experimentada por las personas con TLP es significativa y debe tomarse en serio. Merecen un tratamiento compasivo, hábil y eficaz. Es crucial que las personas con las que se relacionan comuniquen aceptación y eviten el rechazo basado en una comprensión incompleta del trastorno.

La recuperación es posible, al igual que la capacidad de experimentar una calidad de vida que incluya relaciones sanas. Puede llevar tiempo, pero sin duda hay esperanza y potencial de mejora para las personas que conviven con trastorno límite.


Diego de la Guerra                                                                                                            
Psicólogo Sanitario y Terapeuta en la Unidad de Psicoterapia y Personalidad (UPP) de FUNDIPP.


American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (DSM-5®). American Psychiatric Pub.
González, R. A., Igoumenou, A., Kallis, C., & Coid, J. W. (2016). Borderline personality disorder and violence in the UK population: categorical and dimensional trait assessment. BMC psychiatry, 16(1), 180.
Paris, J. (2018). Clinical features of borderline personality disorder. Handbook of Personality Disorders: Theory, Research, and Treatment, 2, 419.
Sadeh, N., Londahl-Shaller, E. A., Piatigorsky, A., Fordwood, S., Stuart, B. K., McNiel, D. E., … & Yaeger, A. M. (2014). Functions of non-suicidal self-injury in adolescents and young adults with Borderline Personality Disorder symptoms. Psychiatry research, 216(2), 217-222.
Sher, L., Rutter, S. B., New, A. S., Siever, L. J., & Hazlett, E. A. (2019). Gender differences and similarities in aggression, suicidal behaviour, and psychiatric comorbidity in borderline personality disorder. Acta Psychiatrica Scandinavica, 139(2), 145-153.
Stern, A. (1938). Psychoanalytic investigation of and therapy in the border line group of neuroses. The Psychoanalytic Quarterly, 7(4), 467-489.

mito